lunes, 30 de noviembre de 2009

Lo que usted me hace sentir

Y he de decirle que, una vez más, me quedaré en la posición de perro faldero.
Esta vez no es porque no pueda, los años han dado sus frutos; en cualquier momento haría mi movimiento, un detalle, una flor, una canción... simples herramientas para llegar a mi cometido. La lindura siempre ha sido una excusa, mademoiselle, no debe creerle a tantos lobos que rondando están.
No, no, no. La razón por la que no quiero seguir, la razón por la que prefiero ser ese idiota sonriente que siempre está ahí es, simplemente, la estima que le tengo. Es difícil de explicar, es idiota, cualquier otro hombre me llamaría un cobarde, pero la verdad es que no quiero arruinar ésto: no quiero verla de otra forma, no quiero que la perfección se vea corrupta por unas cuantas palabras y unos besos sin sabor.
Pero, más importante, y por otra parte... no quiero perder la imagen que tengo de usted: en la más alta estima, en un cúmulo de perfección. Aprendí hace mucho a no dejarme llevar, a intentar mantener todos mis aspectos sociales en orden, y así ha sido. Pero se siente tan bien tener a alguien a quien estimar de esa forma, se siente tan bien sonreír con el solo hecho de mirar su rostro que no quiero que eso acabe. No, no quiero que acabe.
Prefiero mil veces quedarme como un pretendiente anónimo que perder la magia, y es que al fin volvió, al fin puedo decir que algo me hace así de feliz.